miércoles, 7 de febrero de 2007

INESPERADA RESPUESTA


La silueta recortada por la luz de la luna se extendió sobre las silentes sombras de los árboles. Él, que no había tenido ni el más remoto presentimiento de perder el favor de sus labios, fingió no sentir el golpe del asombro cuando lo observó con la palidez de la nostalgia y sólo contestó con una simple "hazlo" a las palabras quiméricas de ella. Ella, que había sentido una danza infinita de lunas ardientes bajo su vientre, no pudo tolerar la condescendencia de sus palabras. "Es un imbécil", pensaría luego, cuando tendida en un mar de plumas y lienzos desataba las furias encadenadas con el sortilegio barbaro del llanto y la pasión. Sentía su corazón como un mar de ceniza cuando recordaba aquella noche y el horror inefable que concibió cuando conocida la noticia de su muerte fue hacia el último lugar donde lo viera con vida. Allí, desarraigó un puñado de hierba humedecida y lo estrujó, bajo su vestido, lentamente, pensando en él.
Él, que no esperaba ese magnífico desplante, sintió desquiciársele el corazón cuando observó su embrutecedora figura perderse tras el recodo desnudo de las viejas casas en ruinas. Fue entonces, cuando ella se adentraba en el sendero de arena y grava, segura de la protección que le otorgaban las miradas frías de la pequeña ciudad silvestre, que él la tomó entre sus brazos para besarla como jamás antes lo hizo hombre alguno, pero sintió el golpe seco y sonoro de su indignación contra su carne. Ella, no recordó luego sus innumerables pasos buscando la soledad impenetrable de su alcoba, el refugio innegable de su ira y su llanto. Esta vez, ni un solo recuerdo de él quedó intacto. Decidida a acabar para siempre con los deseos dorados de su piel, arrojó por la ventana sus retratos y regalos. Lo sintió desde la primera vez que lo vio ingresar, altivo y majestuoso, a la habitación donde realizaba sus labores de costura. Desde entonces conoció el sonido de lo que apenas podía nombrar y un mundo que apenas intuía e imaginaba. Hicieron el amor sin cansarse, sin agotarse, amándose con una pasión honesta y dilatada, digna de los mayores amantes de la historia. Él, soñaba todas las noches que hacía el amor con ella y cada día, le hacía el amor. Juró una y otra vez que nada iba a separarlos, que sería asesino de cualquiera que lo intentara, perteneciera o no a los horrores de este mundo. Ella, que estaba encantada y enamorada, decidió ponerlo a prueba con una mentira fabulosa. Él, que creía que el amor sólo era cuestión de buscar el bienestar del otro, no puso reparo alguno cuando ella lo enteró de su próximo viaje estudiantil al extranjero. Por eso, se sintió sorprendido de su respuesta violenta para un acto, en principio, generoso. Ella, que esperaba que él le suplicará que no lo dejará nunca, se alejó, luego de abofetearlo, pensando en lo más profundo de su corazón: "Es un imbécil".

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