domingo, 23 de marzo de 2008

LA CACERIA

______Cuando la noche aún oscurecía el corazón de las nubes en el horizonte, cruzamos la ribera del río tempestuoso. Atravesamos el laberinto enramado del bosque y remontamos la cuesta con fatiga, mientras un sueño irremisible nos conjuraba. Dejábamos atrás la noche, cuando la voz de nuestro guía arreció desde la cima. Allá, detrás del abismo, cruzando el desierto, avistamos las ruinas. Era la madriguera de la bestia. Apuramos la penosa marcha.
______Sobre las arenas ardientes, fueron cayendo, uno tras otro, nuestros nobles corceles. No esperábamos menos. La muerte de cada uno de ellos alejaba al espectro del hambre. En el crepúsculo del tercer día, logramos cruzar el páramo ardiente. Habíamos vencido a la muerte en las costas del Atlántico, dejado atrás a la peste en las noches de los Balcanes y enterrado la viruela en las costas griegas. Por fin habíamos alcanzado a la bestia.
______Frente a nosotros se erigía, colosal, la entrada a los recónditos vestigios de civilizaciones remotas. Desde ellas, cernía escrutadora la mirada un anciano, servidor de la bestia, amante del fuego y la hechicería. Nos habló con noble acento sobre el destino de los astros, las revoluciones perpetuas de inconquistable sino. E invocó nuevamente la otrora canción de los sueños. Pero el puño de nuestros muertos nos mantenía alertas. No cedimos a sus artificios.
______Elevo salmos, recitó letanías inmemoriales y predijo nuestra muerte en la cólera de la bestia. No pudimos soportarlo. Uno de los nuestros hizo rodar su cabeza sangrienta sobre la calzada desierta. Nuestro brazo nervudo acompaño el embate. Estábamos manchados por la sangre del anciano. Se elevó desde los suelos un olor fétido, podredumbre mortal, que plagó el ambiente. Apenas si pudimos resistirlo. La bestia emergía como una sombra desde la sangre desbordada.
______El Caballero de la Mirada de Halcón, pronunció una sentencia atroz. Maldijo a la bestia y cargo contra ella. Mas vi en su mirada la misma lasitud que a todos nos embargaba. El jinete que había muerto y vuelto a vivir, el Caballero de la Dulce Voz, remeció el acero de su lanza en el costado de nuestro rival, cruzado de escamas duras como el granito. No pude resistir el placer de la lucha. Me abandoné a mis ardores e impelí a mis camaradas a descarnar a tan cruel asesino. Lancé una terrible estocada a sus entrañas, al amparo de las veloces saetas del Caballero del Corazón Blanco. Arremetió el Caballero de la Luz, el de la Blanca Mirada y el bárbaro Teruel.
______Pero la ira y la sapiencia en el corazón del dragón no conocían límites. Perdida la lid, iluminó su camino con fuego y se elevó sobre el flanco de uno de los nuestros. Todos los demás éramos un violento despeñadero para su vigor. El caballero cayó sobre el polvo de la noche. Acudimos prestos a su amparo y, contra las llamaradas de nuestro enemigo, fuimos alma y carne.

viernes, 21 de marzo de 2008

GÉNESIS


_______En la lúgubre noche ansiamos llegar pronto a nuestra aldea. Atravesamos bárbaras montañas, ríos turbios, peligrosos desfiladeros, para llegar raudamente hasta ellos. Sabíamos que la muerte celaba su sino. Vimos crecientes resplandores agitarse tras oriente. No era la mañana que cabalgaba entre los altos montes. Una vasta inquietud nos inundaba. Allá, lejano, tras los encendidos campos, retumbaba el estruendo de fiera batalla. Se remecían los bosques, sangraban los ríos. Castigamos a los brutos, tratando de apurar la marcha. Entonces vimos elevarse a la bestia oscura y confundirse con las sombras de los montes.
_______En la llanura, los cuerpos se vislumbraban ya junto al fuego. Una suave niebla invernal veló el camino del desfiladero. Descubrimos los primeros vestigios de la catástrofe El traqueteo de los cascos y el acero de nuestra ira descendió junto a ellos. Sentíamos que en el éter aún crepitaba el aliento de la bestia. Las sombras cubrían una buena parte de los campos escarlatas, mientras ardían de furor nuestros corazones. No estuvimos en la batalla. Los asesinos de nuestros muertos éramos también nosotros.
_______Amparamos los cuerpos dormidos. Los cobijamos en nuestro seno y, llorando amargamente por ellos, invocamos de cada uno el nombre. Hicimos un himno y cantamos por ellos. Luego, descansamos sus cabellos, su faz, sus torsos en tierra sancta, reconociendo en cada uno a un familiar nuestro. Enterramos nuestras espadas también junto a sus cuerpos porque no pudieron defender su estrella, su sino. Y sobre la tierra recién removida, derramando nuestra propia sangre, juramos saciarnos con su muerte.

sábado, 15 de marzo de 2008

CORAZÓN DE CABALLERO


A los nobles caballeros que iniciaron la batalla por su propia fe

______El dragón no vino por nosotros, solo era una sombra para la luz de nuestro valor, y él lo sabía. Cuando buscamos su destrucción, no pudo contener el miedo que lo invadía y trató de herirnos con el batir furioso de sus alas. Sin embargo, la princesa seguía entre sus garras. Clamó ante nosotros y el valor nuestro acudió a su lado. Cabalgamos hacia ella, blandiendo nuestras espadas, en ristre nuestras lanzas. Saltando sobre el ataque fiero del dragón, colocamos estocadas mortales en su cuerpo. Estaba a punto de sucumbir en el terror de la noche, pero se nos ordenó dejar el resto a las bestias que se mueven entre las sombras.
______De regreso a nuestra aldea, acompañamos a la que era libre, a dormir en un vetusto castillo. Gustó de este lugar y pronto olvidó que volvía a la vida por la sangre de una bestia no muerta. Cansados de la batalla, tendidos sobre mullidos muebles, nuestros cuerpos disfrutaron de los aromas del nirvana. Extasiados, abandonamos los dolores de nuestra vida terrena. Era una insensatez.
______Sobre las celosías, reflejada por la luz de la luna, asomó la sombra de nuestro fiero rival. La batalla iniciaba nuevamente. Nuestro ánimo, no nuestro valor, estaba adormecido por los efluvios de las yerbas. Rendidos nuestros cuerpos, la joven princesa nos exhortaba a la batalla. Nos prometía campos hastiados de trigo, doncellas amorosas y todo lo que por perpetuar su libertad pudiera ofrecer.
______Reanimados por sus palabras, nos preparamos para la lucha. Pero el monstruo no regresó sólo. Luchamos con denuedo, pero entre nosotros la furia cundía. Se desbordaba de nuestros labios tratando de herir a la bestia donde no la alcanzaba el filo de nuestro acero, pero nuestra propia arma nos lastimaba. Afligidos por nuestras provocaciones, fuimos cediendo terreno.
______El oficial nuestro fue el primero en abandonar la lid. Sólo vimos una estela de polvo levantarse en su rauda cabalgata, pero la ira de la bestia lo derribó envuelto en llamas. Entonces supimos que sería perentoria la próxima batalla. Amaneció tras las lindes y el sol alejó al enemigo. Llevamos a la princesa tras los inexpugnables muros de su castillo. Ahí, él no podría dañarla, había acabado la carrera. Sin embargo, no teníamos un castillo donde guarecernos.
______Sabíamos que la bestia tornaría, noche tras noche, intentando exterminarnos, pero confiábamos en el apoyo de la princesa; sin embargo, ella renegó de nosotros. Uno de nuestros emisarios trató de conferenciar, pero fue rechazado. Otro, afirmó que había formado alianza con los aliados de nuestro adversario. En aquel momento no pude creerlo. El brillo de nuestras espadas se fue apagando. La noche tocó el corazón del monstruo y, decididos a morir en el campo de batalla, acometimos.

A Miguel Ángel Cavero, Carlos Tolentino, Enrique García, Luis Valderrama, Luis Alberto Sánchez, Julio Lázaro y Carlos Chipana.

domingo, 10 de febrero de 2008

Un secreto de aquellas noches

Allá en el campo vive mi sombra que discretamente te observa en un conjunto de mis noches que ya no existen. Eres tú lo lejano, lo imposible, sólo el sonido de un nombre que cubre la noche. Algunas de tus verdades apenas si podían ser leidas a traves de tu mirada velada: mi nombre, lo que recordabas de mí, un poco de lo que yo era (y que luego te pertenecería totalmente). Cuando nos presentaron la lluvia caía suavemente. Tú la escuchabas caer. Serenamente preguntaste mi nombre. Te lo repetí y lo olvidaste. Y no me enojé por decirtelo nuevamente. Entonces ya te adoraba. Y me encantaba oir tu voz. Tú dirás, como entonces: no, querido, no era mi voz, yo no hablé contigo. Pero ya tus ojos eran bellos y eternos. Esa noche guardó los secretos de nuestros labios, que nunca fueron cotidianos u ordinarios. Eran otros tiempos: tiempo de extraviarse al borde de algún recuerdo hermoso e inmarcesible, algo que nunca eludimos.
Antes, un "te quiero" bastaba para acercarme a ti. Es tan dificil esto de quererte, amanecer desnudo sobre tus ansias o simplemente dormir nuestras pieles al filo de la noche (¡Que lejos estamos de aquello!). Algunos hilos del corazón se han devanado hasta nuestro pasado pero nuestro destino solo ha sido solo un juego de circunstancias y placeres. Esa luz que te sostenía tenía un nombre. Dejé de ser yo cuando te encontré una tarde, ebria en otros brazos y no pude perdonartelo. Perdóname. Eran tiempos en los que aún no entendía tu corazón y su extraña forma de amar. Las voces susurran y me pregunto si esta bien pensárte y escribirte después de que estuvimos tan lejanos uno del otro. Y de lo mucho que nos odiamos y nos lastimamos, amándonos tanto. Pero es que sólo los amores colosales pueden desgarrarse de esta forma tan dolorosa y primitiva. Fue entonces, cuando entendiste que tu amor iba a destazarme sin misericordia, que te compadeciste de mí. ¿Como lo entendí en aquel tiempo? ¿Fue una palabra o el fuego perdido en tus ojos? Busqué durante mucho tiempo entre las cenizas algo de tu calor, acostumbrado como estaba a nuestras peleas constantes. Pero mi cuerpo, falto de ti, no te lo perdonó. Sin ti, yo miraba ya el mundo con otros ojos. Entonces, busqué la paz de los campos, un poco de soledad, un poco de historia, construir recuerdos sin ti, a la orilla de los ríos, pero nunca fueron algo memorable, solo momentos, no historias, ¿entiendes?. Estaba lejos de ti, aún enamorado de la sensualidad de tu cuerpo, intentaba hallarte, pero no eras tú, eso lo entendía perfectamente. Y surgieron nombres, voces, imágenes que se hicieron pronto lejanas, rostros que el viento mismo despreciaba. Aprendí de abismos y de islas y de mares lejanos que nunca me llevaron a ti ni me recordaron algo de lo que en ti habitaba. Y entonces inicié un rito sin fin, jamás exento de dilemas. Yo era un bosque perdido que se encontraba al deambular a la caza de algún recuerdo nuestro en una silueta ajena, en alguna noche perdida.
Dejé de escribirte a los tres meses de tu muerte. Es tan doloroso saber que intentabas encontrarme cuando yo queria perderme y, también, encontrarte. No estuve ahi para ti, lo siento. Debí ser algo mas que una voz, un sentimiento o un abrazo. Debí ser todo y no fui nada. Sé que no es hora de lastimarnos con estos recuerdos. Ya no sirve de nada, tu ausencia es tan cierta como el universo escindido que me espera.

domingo, 27 de enero de 2008

EL LOBO

Un cuento dedicado a mis alumnos más pequeños

Hace mucho tiempo vivía en un bosque un animal muy malo conocido como el lobo. Este lobo no era com los demás lobos, tenía la mirada fría y malvada que ocultaba bajo una voz dulce y encantadora. "Buenos dias, señor carpintero", "Buenos dias, señor conejo" "Como esta, señora ardilla", saludaba. Pero por las noches, el lobo era un ser despiadado, arrebataba la vida a las criaturas indefensas del bosque. Cierta noche, el lobo salió de cacería y se encontró con las trampas del cazador. Cayó en una de ellas y por más que quiso no pudo soltarse. El ruido despertó al cazador que dormía cerca de ahí. No pudiendo escapar y sintiendo que su muerte estaba cercana, pidió con todas las fuerzas de su corazón que algo sucediese para salvarse. Y como todas las cosas del mundo se logran cuando se desean con todo el corazón, no importa si son buenas o malas, apareció ante él una bruja horrorosa, como nunca antes se había visto. La bruja, como toda bruja, no quería dar su ayuda sin antes recibir algo a cambio. El lobo, que aprende pronto las cosas malas, se le ocurrió pedir algo más. estar por encima de los demás animales del bosque, ser un cazador implacable. Entonces la bruja, que lo pensaba, rascándose la cabeza, como solo lo hacen las brujas que piensan se rascan la cabeza, le pidió a cambio de tal favor, un cosa pequeña, pequeñísima. ¿Cual?, preguntó el lobo. Dame tu corazón, respondió la bruja. El lobo que no lo utilizaba demasiado, creyó que hacía un buen negocio y aceptó. Así, la bruja recibió un corazón casi sin usar y el lobo fue transformado en ... un niño. Sí, en un niño. El lobo reclamó y pataleó porque no quería ser un niño sino un hombre, pero la bruja que tenía sapiencia le dijo: "Si fueras un hombre, acabarías no sólo con los animales del bosque sino tambien con todas las brujas del mundo". El lobo aulló como un niño, pero nada cambió, el siguió siendo un niño, un niño muy malo. Y así escapó de la muerte y se perdió en el mundo. Por eso, cuando ustedes vean a un niño que maltrata a los animales sabrán que en él esta el espíritu del lobo.

sábado, 5 de enero de 2008

LAS MUJERES DE LA VIDA DE UN HOMBRE

Cuando el hombre quiso amar a la segunda mujer, los recuerdos imperiosos lo hacían ahogarse en lágrimas. No podía olvidarla, a pesar de todos sus esfuerzos absolutos y sinceros. Vagaba por las noches en torno de las calles donde tuvieron sus primeros encuentros, maldiciendola y amándola más que nunca. Fue entonces, cuando creía todo olvidado, cuando creía que ya no podría pensar nunca más en ella, aunque así lo quisiera, que se arrellanó sobre la banca de un parque cualquiera y rompió a llorar, como pudiera hacerlo un niño pequeño. Repuesto ya de su increible debilidad, tal como él lo consideraba, se encaminó hacia casa, con el firme propósito de dejarse morir en ella, antes de salir nuevamente enamorado al mundo. Sin embargo, en el camino, encontró una atractiva muchacha que le ofreció una sonrisa dulce y sincera. Habló con ella y sintió que empezaba a amarla como nunca había amado, aunque no de la misma forma que a la primera, y esto lo inquietó. Resolvió enamorarse de estos jóvenes ojos que lo miraban con cierta soledad. Será una buena venganza, pensó. La guiaba a los lugares mas hermosos, complacía sus caprichos como cualquier hombre enamorado. Y sin embargo su corazón dejó de acelerar sus latidos al estar a su lado y sus labios ya no se estremecían cuando la besaba. Entonces entendió que nunca la amaría como amó a la primera mujer y decidió salir de aquella relación y de la ciudad sin decirle nada a nadie. En el campo encontró una tercera y una cuarta mujer, pero ninguna le hacía olvidar a la primera. Regresó a la ciudad escapando de sus propios excesos. Sin embargo la visión de sus calles, el aroma de la rosas, todo le recordaba a ella. Encontró a una bella mujer con la cual compartió el verano y el otoño de ese año, pero el invierno gris lo torno triste y meláncolico y antes de que ella lo abandonara, como pensó, decidio dejarla. A pesar de ello ya había una nueva mujer en su vida y luego otra más. Así pasaron los años y el hombre pensaba aún en Ella. Un día, cuando el hombre caminaba, acompañado de la mujer enesíma, la vió venir. La primera mujer lo saludó y él, sorprendido, la saludó sin efusión, casi con frialdad. ¿Era esta la mujer por la que había recorrido el mundo en busca de amores que lo hiceran olvidar? Sin embargo, no pudo menos que sonreirle pensando en lo hermosa que estaba y si tenía hijos o que había sido de su vida. La mujer enesíma la miró con desconfianza, adivinando que ella había sido alguna de las mujeres de su vida. Entonces, el hombre decidió continuar.