sábado, 13 de agosto de 2011

C.Z.: La despedida


Todas las cosas llegan a su fin.  No hay nada terrenal que permanezca para siempre. Sin embargo, siempre duele la despedida y por eso siempre la he evitado. Nunca me ha gustado despedirme de nadie a quien yo aprecio, aunque uno debe hacerlo aunque no quiera. Y es que, la verdad, llegué a apreciar a los muchachos de una manera entrañable. Recordaré a Andía y su pasión musical (tamborileaba las carpetas con los dedos), a la "señorita" Sánchez, una dulce niña de lentes colorados  y sonrisas a “discreción”; a Luz y sus intervenciones acertadas; a Nayla, la espigada jovencita que me dio la primera sonrisa en el salón; a Beatriz y la primera confesión: había disfrutado de las fiestas patrias en Aucayama, junto a su familia; a Wendy que, con su lánguida sonrisa y tierna mirada, desde lo alto de las escaleras observaba detenidamente el mundo que sus compañeros agitaban; a Solange, una linda cabecita rubia que era una delicia de orden, disciplina e inteligencia (una niña índigo, si tal término existe); a Oswaldo que fue el primer "rebelde con causa"(aunque le expliqué el porqué lo cambiaba de lugar, creía firmemente estar en su derecho); a Diego, que sus compañeros llamaban "el loco" simplemente porque no participaba de sus juegos y se conducía con madurez y responsabilidad; al siempre inquieto Marlon, que fue uno de los primeros a quienes llamé la atención, aunque nunca actuaba de mala fe; a Miranda y su sonrisa llena de ingenuidad y frescura; a Fiorella y sus grandes anteojos de estilo "retro", que me recordaban un poco los de Yoko Onno; a María Fernanda y su silencio empecinado; a Costas, el muchacho de lentes de carey y cabello ensortijado que siempre buscaba llamar la atención; a Haruhi, la pequeña niña que parecía estar hecho de finos trazos, sus ojos rasgados contrataba con su cabello rubio, sus coletas y su flequillo; a la lindísima Sahory y su gran apellido Japonés (lleva el apellido de un de mis mejores profesores: Augusto Higa). 
Un abrazo a todos ellos y que Dios Todopoderoso los bendiga.

1 comentario:

Alma Mateos Taborda dijo...

Las despedidas siempre dejan nostalgias y el recuerdo indeleble de quienes se han convertido casi en la propia familia. Lo he sufrido. Valoro tus sentimientos. Un abrazo.